Cuando el hockey sobre patines arrancó, allá por la década del 30, Inglaterra gozaba de un poderío que lo convertía en candidato de cada campeonato en disputa. Antes de que el Torneo mundial aparezca en escena, los británicos dominaban la escena europea donde obtuvieron en fila los primeros doce títulos continentales (desde 1926 a 1939).

Tras conquistar de forma continuada el continente, Inglaterra también se coronó en los dos primeros mundiales (Alemania 1936 y Suiza 1939), torneos donde participan todos los países del mismo continente pero que ya se denominó como certamen ecuménico.

Con la interrupción de la actividad por la Segunda Guerra Mundial, el país empezó a perder protagonismo y ese lugar lo acapararon Portugal y España primero, y luego, Argentina ya con el retorno de la agenda mundial en 1947.

Inglaterra tiene el privilegio de figurar entre los cinco países que fueron campeones del planeta junto a los gigantes que hoy son Portugal, España, Argentina (y en menor medida, Italia) pero su deterioro lo alejó de los puestos principales.

En la última Copa del Mundo disputó la serie FIRS (la segunda en importancia) donde solo ganó un partido quedando eliminado en cuartos de final ante Alemania y en la misma edición, pero en la categoría Junior, no tuvo mejor suerte y culminó en el puesto 11.

Si bien las potencias crecieron exponencialmente, Inglaterra tuvo su principal déficit en no potenciar su liga nacional, donde hoy juegan solo siete equipos en su división A y otros ocho elencos en la única categoría de ascenso. Torneo donde emergen los jugadores que luego van a alimentar los seleccionados juveniles y mayores y que hoy tiene escasez de nivel y competencia.

Si bien hoy corre de atrás en la escena mundial, tiene la opción de retomar las bases, enriquecer y potenciar su liga local para luego traspasar el crecimiento a los seleccionados. De esto de reinventarse ante la mala, Inglaterra sabe y mucho.